La violinista vienesa Anna descubre una misteriosa caja de música que desbloquea melodías del pasado y futuro de Viena.
Anna Strauss tocaba su violín cada tarde en el Stadtpark de Viena, donde ecos de valses flotaban entre los castaños. Un atardecer brumoso, encontró una ornamentada caja de música debajo de una estatua de Schubert. Cuando la cuerda, melodías diferentes a cualquiera que hubiera escuchado brillaron en el aire, música que parecía pertenecer a otros siglos. Intrigada, Anna siguió la melodía por las viejas calles de Viena. Cada vez que daba cuerda a la caja, el mundo cambiaba: en un momento estaba en un baile real en un palacio iluminado con velas, al siguiente, se encontraba en una sala de conciertos futurista con violines iluminados con láser. En el camino, Anna conoció a músicos de todas las épocas: Mozart improvisando en una taberna, un DJ sampleando a Beethoven en un club de neón. Cada uno añadió una nota a su canción, tejiendo el pasado y el futuro. Al amanecer, Anna tocó su violín con la caja de música en el corazón de la ciudad. La ciudad pareció bailar con ella: los tranvías armonizando, los relojes sonando sincronizados, los niños girando en pasos de vals. La música de Viena, se dio cuenta, era una sinfonía de todos sus tiempos, para siempre inacabada, para siempre viva. Cuando la melodía de la caja de música se desvaneció, Anna sonrió: había encontrado su lugar, y su melodía, en la canción eterna de Viena.