Las botas de Ellie Mae resonaban nerviosamente en el escenario de madera del Bluebird Café. Había llegado a Nashville para encontrar su voz, llevando solo su guitarra y un cuaderno lleno de sueños. En su primera noche, después de una actuación vacilante, conoció a Old Joe, un violinista con una sonrisa pausada. «Cada leyenda aquí dejó una canción atrás», le dijo, entregándole una balada gastada titulada «Ecos del ayer». La letra hablaba de estrellas que observaban corazones esperanzados. Ellie deambuló por Music Row durante el día, escuchando susurros en las paredes. En RCA Studio B, pasó sus dedos por el viejo piano que una vez tocó Elvis. Una melodía surgió en su mente, mezclándose con la balada que Joe le había dado. En el Salón de la Fama, de pie ante las guitarras de los héroes, Ellie cantó suavemente, su voz fusionándose con las leyendas que persistían en el aire. Esa noche, de nuevo en el Bluebird, interpretó su nueva balada, una canción tejida con los recuerdos de Nashville y su propia esperanza. La multitud escuchó, hechizada. Old Joe le guiñó un ojo, desapareciendo entre la multitud como si nunca hubiera sido real. Ellie se dio cuenta de que la verdadera balada de las leyendas nunca se trató solo del pasado, era una promesa para cada nueva voz. Por la mañana, su canción resonó desde cada rincón de la ciudad, invitando a otros a encontrar sus propias leyendas dentro del corazón de Nashville.