Una fábula encantadora sobre Rosie la Coneja y Toby la Tortuga descubriendo el Corazón del Espíritu del Bosque.
Rosie la Coneja saltaba por la hierba suave, su nariz moviéndose de emoción. Vio a Toby la Tortuga descansando bajo un helecho, tarareando una pequeña melodía. “¡Toby, ven a jugar conmigo!” Rosie se rió, girando a su alrededor. Toby sonrió. “Puede que sea lento, pero nunca me pierdo una buena aventura.” Rayos de sol bailaban entre las hojas mientras se adentraban en el bosque. El aire era fresco, y los árboles susurraban dulces secretos. Rosie se detuvo de repente. “Espera, Toby, ¿ves ese brillo extraño allá en los helechos?” Toby levantó la cabeza y entrecerró los ojos. Una suave luz verde brillaba bajo los densos helechos. Rosie movió sus orejas. “¡Vamos a ver!” Juntos, apartaron las hojas y se quedaron boquiabiertos: una hermosa piedra estaba en la tierra, brillando como un pedazo de sol. “¡Guau, es magia?” susurró Rosie, sus patas temblaban. Toby empujó suavemente la piedra con su nariz. La piedra destelló y pequeñas chispas flotaron en el aire, girando a su alrededor en una deslumbrante danza. De repente, la piedra hizo un ruido divertido — ¡pop! — y una pequeña cara sonriente apareció en su superficie. “¿Quién me ha encontrado?” preguntó la cara con un destello. “Solo somos amigos explorando,” dijo Rosie tímidamente. La piedra brilló. “Entonces ustedes son los perfectos para conocerme. Soy el Corazón del Espíritu del Bosque.” El Espíritu prometió cuidarlos y les dio a cada uno una hoja verde brillante como muestra de amistad. Rosie y Toby volvieron a casa saltando, sus corazones llenos de asombro y nueva magia. Sabían que habían descubierto algo especial, juntos. Los verdaderos amigos hacen que cada aventura sea mágica.