Una dulce historia sobre Mia, la osezna, que aprende que un abrazo puede traer consuelo, esperanza e incluso un poco de magia a todos los que conoce.
Mia, la pequeña osezna, vivía en una acogedora madriguera al borde del Bosque de Pinos. Tenía un secreto: sus abrazos eran mágicos. Cada vez que alguien se sentía triste, solo o asustado, Mia abría los brazos y le daba el abrazo más cálido. Una mañana lluviosa, Mia escuchó sollozos fuera de su madriguera. Era Ollie el búho, cuyas plumas estaban caídas y sus ojos apagados. 'Me preocupa no volar tan alto como los demás,' susurró. Mia abrazó a Ollie con fuerza, y de repente sus alas se sintieron más ligeras. Esa noche, Ollie se elevó más alto que nunca, y su risa resonó por el bosque. La noticia del abrazo mágico de Mia se extendió. Luego, llegó Daisy la ardilla, extrañando su bellota perdida. Mia abrazó a Daisy, y juntas, encontraron la bellota bajo un montón de hojas doradas. Uno por uno, los animales visitaron a Mia: Benny el conejo, asustado por el trueno; Millie el topo, tímida por sus pequeños ojos. Cada vez, el abrazo de Mia traía coraje, sonrisas o una chispa de esperanza. Pero una tarde, Mia se sentó tranquilamente bajo las estrellas, sintiéndose un poco sola. ¿Quién la abrazaría? Los animales recordaron cuánto les había dado Mia. Se acercaron sigilosamente a su madriguera y la envolvieron en un gran y suave abrazo grupal. El corazón de Mia brilló, y se dio cuenta: los abrazos comparten la magia en ambos sentidos. A partir de entonces, cada vez que el bosque estaba triste o tormentoso, la madriguera de Mia se llenaba de risas, calor y abrazos que hacían que todos, grandes o pequeños, creyeran en un poco de magia.