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Cuento de la Caricia Mágica

Un cuento mágico sobre Willow el hada, cuyo delicado toque despierta la belleza del bosque encantado y trae paz a cada criatura.

Cuento de la Caricia Mágica

Willow era el hada más amable del Valle Encantado. Sus alas brillaban como el rocío, y su toque era más ligero que el viento. Cuando el bosque estaba inquieto —hojas enredadas, flores cerradas o arroyos turbios— Willow volaba en silencio, acariciando pétalos y alisando las ondas. Un día, una fría niebla se deslizó por el valle, helando a los animales y marchitando las flores. Willow revoloteó de flor en flor, sus dedos dejando rastros brillantes. Con cada caricia, las flores se abrían, sus colores se iluminaban como si las tocara la luz del sol. Hizo cosquillas en la nariz de los lirones dormidos, que se despertaron con risitas felices, y rozó las ramas de los robles antiguos, que suspiraron aliviados. Cuando la niebla se hizo más densa y las sombras crecieron, Willow reunió a los animales cerca y acarició su pelaje, sus alas o sus caparazones. Un cálido resplandor dorado se extendió de sus manos, ahuyentando el frío. Por la mañana, el valle brillaba con rocío y cada criatura cantaba. Incluso el viejo tejón gruñón esbozó una sonrisa. El Valle Encantado estaba seguro y alegre, todo gracias a la caricia mágica de Willow, un toque delicado que podía calmar cualquier problema y despertar la maravilla en cada corazón.